viernes, 21 de julio de 2017

Contraindicaciones de la Resiliencia

Una de las trampas más grandes y peligrosas de la resiliencia es adoptarla como un “lugar al cual llegar... Siempre”.

Si durante mucho tiempo nos han educado para superar obstáculos, para no dejarnos abatir, para triunfar ante la adversidad, para ver las crisis como oportunidades para el crecimiento y fortalecernos, ¡Para triunfar!, tarde que temprano eso nos cobra la factura.

Vaya, hasta los árboles que crecen desproporcionadamente con respecto a sus raíces, a sus bases, terminan siendo derrotados por su propio peso.

La resiliencia no es un proceso de crecimiento sólo hacia afuera sino, sobre todo, desde adentro, desde el ser. Y el vivir en una sociedad que, desde el consumismo y el machismo, nos enseña que superar la adversidad muchas veces es superar a otras y otros, aunado a una casi compulsión a "salir adelante", se vuelve un terreno muy resbaladizo.

Esto me pasó sin darme cuenta, hasta que me hicieron notarlo estrepitosamente.

Durante mucho tiempo luché contra adversidades económicas, contra la apatía (o desesperanza) generalizada ante las problemáticas sociales. En mi afán por luchar, por salir adelante, por crecer, aproveché cada oportunidad para ello, para fortalecer colectivos, para institucionalizar esfuerzos, para generar empleos, para salir de las situaciones de exclusión, desempleo, falta de reconocimiento... para resilier, según yo.

Lo que no me di cuenta es que, en muchas ocasiones, cuando alguna persona opinaba distinto (aunque no necesariamente contrario) a mí, que ponía algunos altos en mi camino o que yo vivía como exigencias a caminar por donde yo no quería, lo interpreté como obstáculo a superar... y luché, tenazmente, para dar el salto, la vuelta, el crecimiento.

Hubo un momento en mi vida, en mi carrera profesional, que varias personas hicieron denuncias en redes sociales por estas cosas que hice en mi ciego afán por salir adelante e impulsar a otras y otros a que lo hicieran; por omisiones o malos tratos que recibieron de mi parte y, como fuego en terreno seco, se esparció incendiando muchas áreas de mi vida, de mis afectos. Señalando en conjunto muchas faltas a lo largo del tiempo que yo creía batallas bien libradas.

Fue una muy dolorosa lección.

En un momento en el que yo, de manera libre y autónoma, había decidido ya hacer una pausa para hacer tierra y re evaluar mi andar para no cometer muchos errores que ya había identificado en mí, para no caer en juegos que criticaba en el exterior, cuando yo creía que lo tenía claro, vino esta oleada de denuncias.

Fue un caos.

La consternación, el dolor de ver cuánto dolor se había generado por varias acciones mías, la frustración de ver cómo tantas áreas de mi vida, afectos y trayectoria eran atacadas como denuncia a mis machismos, me derribó.

No me toca justificar lo que me llevó a relacionarme de formas tóxicas y dañinas con cada una de las personas. Ni me toca dar mi versión de los hechos para, según yo, contextualizar la razón de mis acciones o reacciones más allá de lo ya hecho.

Escuché.
Leí.
Me dolió el dolor vertido.
Me disculpé. Intenté resarcir el daño hasta donde me fuera posible o permitido.
Callé cuando vi no había algo más quehacer para mejorar las relaciones y sanar el daño.

Hice  muchas cosas, aún antes de este episodio, y sé que aún hay cosas por hacer para sanar aquello donde ya hay una profunda cicatriz. Aún hoy me disculpo y sigo aprendiendo.


También sé que muchas de las cosas necesarias para sanar no están a mi alcance o que, incluso, algunas cosas lo mejor es poner distancia, no por cobardía, sino por común acuerdo. Tácito y Explícito.

Lo que sí he podido reflexionar tras viajes, meditaciones profundas, terapias, ejercicios, lecturas, introspecciones, rituales y cuantas herramientas he podido hacerme para comprender, para comprender a fondo y no sólo dar la vuelta a la página “rehaciéndome” en una simulación o superficialidad, es esto que quiero compartirte:

En ocasiones interpretamos el exterior (personas, comentarios, situaciones, divergencias) como un obstáculo a vencer o una oportunidad para cambiar. Como un reto a superar. Tanto por heridas en nuestra historia de vida como por obediencia a discursos de éxito y "áreas de oportunidad".

Y, sin darnos cuenta, en muchas ocasiones, reaccionamos desde ese lugar, de miedo, de búsqueda de supervivencia, desde ese cerebro reptiliano que nos muestra dónde hay peligro y reacciona,  diseñado para hacernos sobrevivir y, durante mucho tiempo, seguro nos ha sido útil...

Pero lo que un día necesitaste para sobrevivir, en otras ocasiones te podrá llevar a un mayor riesgo; para ti o para las personas  a tu alrededor. Me ha pasado y, a veces, aún me sigue pasando.

Ahora identifico que, en muchas ocasiones me he sentido presionado por lo externo y, desde el miedo inconsciente o la búsqueda consciente de la resiliencia o el control de las situaciones que entendí como amenazantes, hice lo que pude ver a mi alcance para salir adelante, “triunfante”.

 Muchas veces, sin hacer la pausa necesaria para, desde la compasión, ver realmente qué era lo que yo necesitaba, lo que las personas necesitaban, y tal vez dar oportunidad a no-resilier... a sólo estar, a dar unos pasos atrás, a comunicarnos desde otros lugares, más amables, más fluidos, más compasivos y bondadosos.

No solamente fuertes y tenaces, certeros y esperanzadores.

No se puede cortar una rama con la “esperanza” de que no le duela mucho. Y es necesario asumir las consecuencias de esas decisiones.

A veces, la resiliencia es también una trampa.
Un cautiverio.
Si no tenemos cuidado, podemos llegar a creer que todo está ahí para ser superado, para triunfar ante ello, así como los ideales de competición del consumismo y el capitalismo. Del machismo.

A veces, nos entrampamos en la idea de que la resiliencia es hacernos más fuertes. Y convertimos un conflicto en una afrenta, en una oportunidad de demostrar que no nos dejaremos vencer, que la tenacidad es lo que nos caracteriza para alcanzar las metas, que no permitiremos un sólo fracaso más y que, como en el machismo, si es necesario poseer o destruir algo o alguien por demostrar ese poderío, lo haremos... y después lo justificaremos como parte de un proceso o de la “selección natural” entre quienes se esfuerzan y quienes no lo hacen.

Sí, a veces puede llegar a ser una trampa, cuando la resiliencia se comprende como la obligación de salir adelante, en lugar de comprender la resiliencia como el proceso que nos permite conocernos más a fondo y decidir de manera más consciente que herramientas usar ante cada adversidad; incluyendo, eso sí, la bondad, la compasión, la alegría y la ecuanimidad. La Ama-Habilidad.

Reconociendo que el árbol no busca vencer al invierno, sino hacer una pausa en su crecimiento hacia afuera y buscar su nutrición interna.

Sabiendo que, como dicta una de las máximas del Tai Chi, para ir adelante hay que ir primero para atrás; que para ir a la izquierda hay que ir primero a la derecha.

Nada en este planeta crece de manera unidireccional, recta.

Hay múltiples aristas y caminos, y la resiliencia no tiene por qué ser la excepción.

A veces, trascender es reconocer nuestra inmanencia.

Ser fuertes es reconocernos débiles.

Triunfar es aceptar que no tenemos que ganarlo todo y a toda costa.

Que no se pierde por renunciar.

Boris Cyrulnik, en su libro El murmullo de los fantasmas, sentencia: La resiliencia no es la receta para la felicidad, sino una estrategia para arrancarle placer y vida a las desdichas y la adversidad, el proceso que nos permite superar el trauma y darle un nuevo significado, un sentido, siempre con el apoyo de vínculos que se nutren y fortalecen en el devenir, “pese al murmullo de los fantasmas que aún percibe en el fondo de su memoria” (p. 25).

Pero, si la resiliencia personal va destruyendo vínculos sociales, o estableciendo relaciones superficiales y sólo de competencia, es momento de hacer una pausa.

Tal vez es momento de dejar de crecer.

Dejar de resilier porque no todo es un obstáculo, y comenzar a fluir, a aceptar, y a agradecer, sin la furia de la lucha sino con la magia de la aceptación.

Nada es permanente.

Esta idea del éxito y la invulnerabilidad, el coleccionar y ostentar logros y triunfos, es del Ego.

Es crecer el árbol y sus ramas sin que las raíces puedan sostenerle y, si nos pasa como en aquel Proverbio Árabe que nos dice que el árbol con más frutos es al que se le tiran más piedras, tengamos la certeza de que nuestras raíces puedan sostener esas sacudidas o, mejor aún, compartamos los frutos de manera libre, para que nadie se sienta con la necesidad de apedrearnos.

Todas y todos estamos aquí para sanar y, hacerlo de la manera más consciente, amorosa y responsable nos lo hará no sólo más fácil, sino menos dañino en mejor sintonía con la común-unidad.

Con el inter-ser.

A mí me toca hacerlo.
Lo asumo y aprendo de ello.



Lo Siento.

Perdón.

Te Amo.

Gracias.


jueves, 5 de enero de 2017

Medita por tan sólo un minuto...

Las cosas están mal, sí. Pero pasarán.
Se vale sentir miedo, tristeza y enojo, sí; pero no actuar únicamente desde ello.
Las cosas han estado mejor, bien, sí; y volverán a estarlo.
Si quieres recuperar tu centro, tu calma, tu esperanza, respira.
A veces hace falta sólo un minuto para regresar a ti.
Disfruta ese minuto, hazte presente en ti.
Respira.

*Comparte, si crees que a alguien puede servirle este recordatorio.

https://www.youtube.com/watch?v=t3HMmmjtKFI

domingo, 25 de diciembre de 2016

Florecer en plenitud

No todo el año puedes florecer.
Al menos no igual.
Y está bien.
También está muy bien que mantengas en tu Sentipensar algunos principios para cuidar de ti, de tu florecer y tus frutos, de tu andar.

Te comparto siete tips que pueden recordarte en este nuevo ciclo cómo amar tus tiempos y etapas para florecer desde el interior y con #AmaHabilidad:

1.- Procura desenvolverte en ambientes nutricios y ricos para tu ser. Rodéate de gente, palabras, acciones e ideas que alimenten tu voluntad para estar bien, feliz, saludable.

2.- Acompáñate de tutorxs que te apoyen a crecer y te den soporte cuando sea necesario. Aprende a pedir y recibir ayuda, tanto de tus amores y amistades, como de profesionales certificadxs.

3.- Celebra tanto la luz del día como la oscuridad de la noche, el viento y el agua. Todo, en justa medida, te ayuda a crecer. Hasta el estiércol es abono cuando lo sabes aprovechar. Resiliencia ante la adversidad.

4.- Ten raíces tan profundas como alto quieres llegar y tan fuertes como abundante quieres sea tu follaje. Como es afuera, es adentro y para ello tienes que prepararte con paciencia y dedicación.

5.- Si eres Olmo, honra tu ser y no te exijas peras. Sé la mejor versión de ti, y no de algo/alguien más. ¡Es tu propia naturaleza! ¡Gózala con su frescura y magnificencia!
Descubre por tu propia cuenta todo lo variado y rico que un Olmo puede ser y hacer. Aprovecha tus propias fortalezas.

6.- Reconoce que para todo hay épocas; disfruta tus procesos en cada estación y vive tus inviernos, primaveras, veranos y otoños sabiendo que es un transitar majestuoso por la vida. No te exijas fuera de tiempos. Fluye.

7.- Recuerda: dar vida y cabida a otros seres en tu majestuosidad te ayuda a florecer y dejar más y mejores semillas. Comparte de ti, tus flores y tus frutos. Comparte también tu sombra y tu cobijo. Ser parte de algo más grande es ya una suerte y placer.

Por último, acuérdate que los árboles florecen cuando están listos.
No antes.
Sin importar cuánto les grites u ordenes desde afuera que lo hagan a tu tiempo.
Respeta y honra tus tiempos, tus procesos, y los del resto de la gente.
Compartamos, mejor, ambientes que a todas y todos nos nutran y ayuden a florecer.
Seguro, también dará más frutos de paz y bienestar.
Para todas y todos.

Afectuosamente
Fernando J. Nieto Reynaldos

domingo, 6 de marzo de 2016

Zarpar desde un puerto seguro.

(Reflexión dedicada a quienes "abandonan" su proceso terapéutico... Y a sus terapeutas).

Hay momentos , hay procesos que acaban y se cierran sin que nos demos cuenta, como la vida misma, pues se traslapan otros por comenzar. El frío del invierno no acaba de un día a otro para dar paso a la primavera de manera súbita.

Así los procesos terapéuticos también.

Cuando alguien deja de asistir a su espacio terapéutico no necesariamente es por lo que pasó la última sesión, por lo que se dijo o no se quiso decir.

Lxs pacientes migran porque es pulsión de vida, porque de una u otra manera se han fortalecido de manera tal que ya no necesitan contar al terapeuta dentro de sus herramientas o estrategias de afrontamiento del día a día, o del rememorar día a día.

Por eso dicen que el análisis es interminable... Porque la vida lo es. Y resulta obvio que no siempre debe de fluir en un diván, en un consultorio, ni con la misma compañía terapéutica.

Se vale cambiar, se vale permanecer. Lo que no se vale es permanecer sin cambio. Eso es antinatura.



Muchas personas acaban su proceso sin que haya sido mencionado por el/la terapeuta. Sin que haya sido enunciado por alguien más y, simple y sencillamente, su vida, su intuición les dice que es momento de partir de caminar por otros rumbos.

Y eso está bien. Ayuda a crecer, ayuda a trascender, ayuda a seguir caminando por los propios senderos por trazar.

Estaría aún mejor si la/el terapeuta, o quien les acompañó, les hubiera podido decir que ese era un momento de transición, que ese espacio, esa parte del proceso había acabado y que era momento de migrar, de dar pie a lo nuevo, a sabiendas de que podrían regresar cuando lo necesitaran, cuando quisieran, a este espacio seguro de introspección y sanación.

Así, seguramente, la persona no sentiría que no acabó su trabajo personal, así  le daría el valor a su proceso, a su tiempo, en su momento. Incluso a quien les acompañó en ese crecer, desde la escucha y el trabajo profesional.

Sabría que es momento de trabajar otras cosas, otras áreas, desde otros ángulos, a veces en compañía de un/a profesional, a veces en compañía sólo de sus amores, a veces en compañía de la naturaleza, o de su introspección a solas.

Pero es otro momento. Y nombrarlo como tal le permitiría saber que se cierra ese proceso, que cicatriza esa herida, que ese ciclo llega a su fin y que al mismo tiempo se están abriendo otros y, por lo tanto, podría honrar su paso y aprendizajes por el espacio terapéutico sin la culpa, sin el miedo de haber sentido que abandonó, sino sabiendo que siguió caminando hacia un mejor destino, hacia su propio destino.

Valorando todo lo ya caminado, lo ya aprendido.

Porque también de eso se trata la resiliencia: de saber que ya afrontamos algo, que ya nos fortalecimos y que nos estamos preparando para lo que vendrá. Por eso es importante dar un momento para valorar el cierre de lo vivido, para nombrar el fin de la lección y "el paso a la siguiente unidad", saber y reconocer el paso por ese espacio como necesario para la sanación, el aprendizaje y autoconocimiento, como un reto ya afrontado, y saber que estamos ahora en el camino a lo que nos espera, a nuevos retos, a nuevas decisiones, sin la duda de dar el siguiente paso porque sabemos el ya dado está bien cimentado.

Eso, nombrar eso, también es ser tutor o tutora resiliente, saber decir adiós y desear el mejor de los éxitos y disfrutar en la vida. Acompañar a zarpar desde un puerto seguro.

Hacer ese ritual de cierre, nombrarlo, es honrarlo. Visibilizar cada paso. Darle su importancia sin negar el que se pueda regresar a ese tema, desde otro lugar, con otras herramientas y otra significación.

Los procesos terminan y se traslapan con otros que inician. Como las estaciones del año, como las etapas de la vida.
Enunciarlos es honrarlos, pero la primavera siempre llegará aunque no se le nombre en voz alta.

Y eso está bien.




sábado, 27 de febrero de 2016

Una Otra lectura de la rueda de la RESILIENCIA.

Generalmente, al hablar de la resiliencia, se hace desde la perspectiva de las "víctimas", "sobrevientes" o grupos vulnerados.

¿Cuándo comenzamos a hablar de LA RESILIENCIA DEL PODEROSO?

Ese lograr "rehacerse" del violentador, agresor, victimario, déspota, abusador que, gracias a diferentes circunstancias, se rehace y comienza a renunciar a sus privilegios para verdaderamente construir en común-unión, para la común-unidad. Desde y para la Paz. Desde la ética real.

Ese proceso también es complejo, también vale la alegría acompañarlo, desarrollarlo en lo personal, y fomentarlo en lo comunitario.

El trabajo que se hace para sanar las heridas de quienes ahoran hieren suele hacerse, nuevamente, desde la visión de víctima "de las circunstancias", de la sociedad, de la cultura. Es necesario, sí, sanar dichas heridas y trabajar en lo profundo. Y sabemos que no es trabajo rapido, fácil ni mucho menos de resultados inmediatos. Pero hace falta algo más, de manera urgente.

Hay mucho trabajo para el desarrollo de "nuevas masculinidades", más afectivas, conscientes y comprometidas con la equidad y la justicia social. Con cambios en la distribución del trabajo y formas de organización social.

Esas masculinidades que, poco a poco, se van formando y haciendo cambios en ciertos ámbitos de lo cotidiano. Generalmente dirigidas a hombres que ya han comenzado un camino de reflexión y reestructuración de patrones, conductas y pensamientos dañinos. Hay un grado de voluntad, una cierta inclinación ya al cambio... ¿Y para quienes no quieren hacerlo, pues no ven razón alguna para renunciar a sus privilegios?

Hablar de Resiliencia sin ir al fondo de un sistema económico y político que preserva los privilegios de unos grupos sobre otros es un arma de doble filo. Se le puede estar enseñando al opresor, sin consciencia, técnicas que podrá seguir usando para la obediencia y supuesta comodidad de aquellxs a quienes oprime. Se le dan "armas" en su guerra por conservar el poder.

¡Y qué peligroso es! Pues, si hay algo peor que un esclavo, es un esclavo convencido, y en este camino me he encontrado con muchas personas que usan la RESILIENCIA y su enseñanza como algo para seguir "escalando", usando a la comunidad sólo como el trampolín para sus intereses personales, seduciendo oídos y mentes para continuar ostentando el poder y, cuando alguien hace una critica a su proceder, le excluyen desde juicios de " negativista", "problemático" o "agitador". Vaya, el patito feo del grupo de quienes creen (supuestamente) que los patitos feos tienen segundas oportunidades. Y perpetuar su poder.

La Resiliencia busca no sólo enfrentar el conflicto, adversidad o trauma, sino también ir al fondo de las cosas para evitar se repita una y otra vez. Además de enseñar o acompañar en el aprendizaje de quien se libera y crece ante la adversidad, ¿en qué momento trabajamos para que quien genera esa adversidad (persona, institución, sistema político o económico) deje de hacerlo? Para que la RESILIENCIA no se convierta en una herramienta más al servicio de quien oprime y abusa. Para que no sea usada como una herramienta más para " convencer a los esclavos que no podrían estar mejor bajo otro yugo".

Tal vez ya se esta haciendo, de manera sutil y paulatina, ahondando en las fortalezas de quienes viven la adversidad. Estoy seguro que se está haciendo ya.

Pero, ¿si además tomáramos los ejemplos que la educación para la paz y los feminismos nos han dado para transformar la injusticia en equidad y trabajar desde la cooperación y el respeto irrestricto a las diversidades y afrontar los conflictos de manera positiva?


Tomando entonces la rueda de la resiliencia como base, mi práctica me ha llevado a precisar de manera un poco más visible ciertas cosas en cada área:

1.- Enriquecer los vínculos pro sociales.
Desde un enfoque que incluya no sólo la cooperación y solidaridad en abstracto, sino que hable de los buenos tratos entre hombres y mujeres visibilizando los estereotipos sexistas y las formas en que se diluyen, promoviendo la equidad y formas de relacionarnos respetuosas y amorosas, desde la ética del cuidado y la pedagogía de la ternura.

2.- Fijar límites claros y firmes.
Hablar de la violencia machista, de sus manifestaciones y los micromachismos es fundamental para su erradicación. Visibilizar las distintas formas de discriminación y fomentar la tolerancia para después trabajar a profundidad en la educación desde el respeto y la celebración de las diferencias permite que se cesen las agresiones y abusos de poder, además del acoso y otras formas de violencia que van mermando el tejido social. Hablar de la explotación y el abuso de poder, los mecanismos de control y manipulación impulsará a su derrocamiento.

3.- Enseñar "habilidades para la vida".
Si trabajamos en las 10 habilidades para la vida que promueve la Organización Mundial de la Salud (y no sólo en habilidades=oficios o técnicas de supervivencia, como he visto a muchxs profesionales hacerlo), impulsaremos la provención tan necesaria que nos convida la educación para la paz, haciendo énfasis en una profunda transformación de las condiciones que mantienen la injusticia a nivel social desde la empatía y la autoregulación de emociones y manejo del estrés hasta la transformación de conflictos, la comunicación asertiva y el cuidado de las relaciones por encima del alcance de los objetivos o metas.

4.- Brindar afecto y apoyo.
Desde lo fundamental, desde el ser, no para que soporte y aprenda nuevas formas de encarar las mismas adversidades una y otra vez, sino también para cambiar las condiciones materiales, culturales y subjetivas que le mantienen en estrés y riesgo constante. No sólo es un apoyo emocional el necesario sino también el informativo, instrumental y espiritual, de manera coordinada, colaborativa y con miras a constuir un mundo donde quepan todos los mundos.

5. Establecer y transmitir expectativas elevadas.
Alejándonos de la perspectiva de competencia y exitismo que el sistema económico y político preponderante exige y nos lleva a seguir presxs de su lógica de consumo sino, por el contrario, aquel que se basa en la pedagogía de la esperanza que nombró Freire y que busca acciones comunes para el bienestar común, donde "nadie libera a nadie y nadie se libera a solas, sino que nos liberamos todas y todos en conjunto". Donde cada quien reconocemos la importancia de nuestro ser y hacer como parte decalgo más grande y de mayor trascendencia.

6.- Brindar oportunidades de participación significativa.  
Que vayan desde la participación real en las tareas domésticas, las labores de crianza afectiva, la participación social en asuntos de interés publico y el acceso a trabajo digno, educación de calidad y salud integral, con un enfoque pro persona y el impulso a la organización comunitaria para la autonomía y sustentabilidad. Buscando que esa participación sea real y efectivamente desde la común-unión y para la común-unidad.

Tal vez si ahondamos más en estos temas podemos, más pronto y mejor, ver los cambios culturales y estructurales profundos y necesarios para que trabajemos sólo en la promoción de la resiliencia primaria y cada vez menos para la Re-elaboración de los traumas y adversidades.




O, ¿tú qué opinas?

domingo, 21 de febrero de 2016

La "violencia" de enunciar LA Violencia.

Es algo común, tanto en espacios terapéuticos, de educación y de convivencia cotidiana escuchar que estamos en contra de las violencias, e incluso señalarla en las oportunidades que se nos presentan.
Igual de común me ha resultado encontrar que las personas solemos ofendernos cuando se nos señalan NUESTRAS formas de ejercer violencia y, en ocasiones, hasta a eso le llamamos "violencia" (así, entrecomillado, pues no lo es).

Pareciera de pronto un ciclo interminable señalar las violencias ajenas y evitar aceptar y trabajar las propias, proyectándolo todo al exterior.

Creo yo esto es por tres causas principales:

1. Sabemos que no queremos violencia, pero no sabemos aún lo que es a ciencia cierta.

2. Nos duele recibir la etiqueta de "violentos" por el peso de ésta.

3. Nos cuesta trabajo aceptar que también está en mí lo que no quiero en el mundo y que tanto me ha lastimado previamente.

Cierto es que todas y todos hemos vivido y ejercemos distintos tipos e intensidades de violencia (no es la finalidad de esta publicación hablar de quién más o más dañina, a eso dedicaré otros espacios) y lo que buscamos en realidad es el bienestar y felicidad. Por eso, lo que aquí planteo son tres pasos iniciales para hacernos cargo de nuestras propias violencias y comenzar el camino a su renuncia.

Mientras no aceptemos el decir y sentir de otras personas con respecto a nuestro propio actuar, difícilmente podremos generar un cambio pertinente. Vaya, ni siquiera lo notaremos necesario.

Por lo que te propongo que, la próxima vez que alguien te diga violento o que "ejerces violencia ", antes de dejarte llevar por el sentimiento de ofensa, escuches a profundidad con atención a la otra persona, y consideres lo siguiente:

1. Si la violencia es "el abuso de poder que ejerce un daño, aunque no sea su intención ", haz una pausa y escucha el fondo: la otra persona se siente lastimada y cree que estás abusando de tu poder (aunque no sea tu intención ). Además es muy probable que, efectivamente, estés abusando de tu poder y privilegios (aún sin notarlo). Cesa de hacerlo.

2. Si la etiqueta pesa y duele tanto es porque no la quieres en tu vida. Con base en eso, recuerda que esta es una oportunidad para aprender de tus relaciones y cambiar conductas y actitudes que pueden estar dañando a otras personas que quieres. Presta atención, busca comprender y recibe con ternura la oportunidad del aprendizaje, cambio y crecimiento.

3. Reconoce el dolor que te genera el mero hecho de saber sobre la violencia, reconoce que tú también la has vivido y te ha lastimado y que tal vez por eso no encuentras otras formas de expresarte o relacionarte. Eso es lo que has aprendido hasta el momento. Pero es justo en este momento, cuando alguien más te dice que estás ahora tú repitiendo ese daño, cuando tú puedes romper el ciclo y buscar apoyo para el cambio necesario por el bienestar, la paz y la común-unión .




No estoy diciendo que tu proceso para renunciar a tus violencias será rápido, lineal ni fácil, pero sí indispensable, urgente y posible.

Tampoco aseguro que toda actitud o característica tuya que la otra persona interpreta como violencia,  necesariamente lo sea, pero sí es algo que ocasiona un malestar y es digno de prestar atención y reflexionar sobre los cambios que puedes hacer para sanar las relaciones (regresa al punto 1).

Si crees que vale la pena esforzarte para generar este cambio, busca y fortalece las redes de apoyo que sabes te brindan paz y crecimiento,  ya sea con textos de autoayuda, con profesionales de la salud mental, mediante la práctica de una disciplina espiritual, con cursos o espacios de educación o formación, o como lo vayas considerando necesario y pertinente.

Pero hazlo ya.

Por tu salud, bienestar, y amor propio y a todas las personas que te son significativas.
Cuando recaigas (porque pasará), repite, vuelve a intentarlo y busca nuevas formas.

No abandones, y sigamos en la construcción de relaciones sanas y nutrientes.


domingo, 14 de febrero de 2016

10 razones para no trabajar desde la resiliencia (2a. Parte)

Continuando con las reflexiones, les comparto otras 5 razones que he visto que de manera simplista se convierten en la negación a promover la Resiliencia de manera integral en los distintos ámbitos del desarrollo humano:

6.- Se trabaja no sólo para la prevención, sino para la provención. 
Cuando alguien duda de las perspectivas éticas e integrales de la resiliencia, tal vez sea porque su visión le encierra en cualquiera de estos diez puntos, desde un sólo ángulo y con intereses distintos a los de la comunidad.
Tú, ¿Porqué sí o porqué no haz comenzado a promover la resiliencia de manera consciente?


Mucho del discurso salutogénico nos dice que hay que prevenirlo todo, evitarlo todo y tener vidas casi asépticas, sin "daño" ni "mancha". En esta concepción dicotómica de salud-enfermedad, paz-conflictos, se deja de reconocer la gana de matices que hacen de la vida una experiencia constante de aprendizaje y crecimiento. 
Mientras la prevención "evita", la provención busca "preparar para", de manera que se acepta la posibilidad de que algo suceda y se provee de lo necesario para que suceda de la mejor manera, más saludable, menos dañina y con opción a transformar la crisis en una oportunidad. 
La prevención es "fácil" porque reduce todo a un No absoluto, mientras que la prevención es compleja porque reconoce la multifactorialidad y multicausalidad de las circunstancias y, por ende, busca muchas más herramientas que fortalezcan los distintos factores protectores y los procesos en los que se desarrollan como mecanismos y estrategias de protección. 
Para hacer provención, se necesita conocer la historia, contexto, potencialidades, deseos y dinámicas y fortalecer aquello que será necesario en cada circunstancia particular. 

7.- Hay tantas formas de promoverla como personas en proceso de crecimiento y desarrollo.
Nuevamente, la resiliencia se teje con varios hilos a la vez, de manera constante y respetando procesos diferentes. Lo que a una persona, institución, grupo o comunidad le sirvió, no necesariamente le va a servir a otro. Vaya, tal vez ni al mismo, en un momento distinto de su vida. 
Aunque existen factores y experiencias comunes, la resiliencia no es algo que prescribe fórmulas exactas, sino que acompaña en la adecuada elección de estrategias según cada caso y momento, entendiendo y respetando que en momentos podrá haber "retrocesos" que, en realidad, son momentos para reafianzar los aprendizajes. 
Los diferentes elementos que promueven la resiliencia no provienen de una única fuente ni manera, y sólo sumergiéndonos EN el caso podremos saber qué es lo más pertinente a fomentar o gestionar en dicha circunstancia.
No es para "flojitos" que buscan una única receta inequívoca y que se repique como "franquicia del bienestar y felicidad".
Huya de quien dé la misma receta para todo. 

8.- Da voz al malestar y vida al bienestar.
La verdadera promoción de la Resiliencia busca no ocultar las adversidades, sino identificarlas y conocer a profundidad sus causas, no sólo desde un enfoque problemático y de descripción determinista en el que se asevera que una " infancia infeliz determina un futuro igual" sino que, por el contrario, revisa cada momento de adversidad y busca todas las estrategias que desde el bien-estar se utilizaron para afrontarla, fortaleciendo dichas herramientas y recursos, viendo cómo han evolucionado y crecido para acompañar en el desarrollo saludable.
El malestar tiene un lugar: el del anuncio y alarma de que hay algo por cambiar, y el bienestar y su fortalecimiento es la vía para la liberación del círculo vicioso que nos constriñe al dolor y sus ganancias secundarias, poniendo en primer término lo que sí queremos para nuestra vida sin pasar por el viacrucis del sufrimiento para la sanación.

9.- Promueve la esperanza, la creatividad y el sentido de vida.
El miedo exacerbado paraliza, nos genera la idea de que cualquier movimiento nos llevará a perder lo más preciado que tenemos y nos puede orillar a la indefensión aprendida, mientras que la esperanza libera, nos plantea la eterna posibilidad de crear, buscar y encontrar nuevas alternativas no sólo para alcanzar la felicidad, sino para darle un sentido a cada momento vivido que nos encamina a la felicidad y bien-estar.
La esperanza que promueve la perspectiva de la Resiliencia nos permite confiar en que, en el momento adecuado, sabremos obtener el mejor de los aprendizajes de la peor de las situaciones y ponerlo al servicio de la construcción positiva de nuestro ser, nuestro andar y la común-unidad.
Encontraremos respuestas a preguntas que nunca antes nos habíamos planteado y seremos capaces de crear nuevas estrategias de afrontamiento con la certeza de que caminamos hacia nuestra propia utopía.

10.- Brinda segundas oportunidades y respeta los tiempos y procesos personales.
Sí. La Resiliencia y quienes creemos en ella sabemos que, "aunque el árbol crece toricdo y jamás su tronco endereza", tiene siempre la tendencia de elevar sus ramas a la luz, de fortalecer sus profundas raíces y seguir dando los frutos y sombras para los que el ecosistema le necesita y ha dado lugar en la existencia.
La resiliencia no busca que cada árbol (siguiendo con la analogía ) sea igual al de a lado pues reconoce, respeta y honra la biodiversidad, lo majestuoso de un bosque con sus distintas formas de vida que crecen y se desarrollan de maneras distintas, en diferentes épocas del año, que florecen de distinta manera, colores y aromas, y que su desarrollo siempre es el preciso cuando lo hacen de una manera cooperativa y en sintonía con el resto de la comunidad, de la vida y su florecer. Sabemos que el florecer y el soltar las hojas son todos procesos necesarios para seguir en común-unión y como parte de algo mas grande, trascendental. 




Tal vez, cuando escuches que alguien está en contra de la promoción de la resiliencia es porque no conoce de qué trata o, peor aún, porque lo sabe y ve en ella el riesgo de perder su poder, sus privilegios y la oportunidad de seguir sus intereses individualistas.

Tú, ¿porqué sí o porqué no promueves la resiliencia de manera consciente y constante?